sábado, 26 de noviembre de 2011

El Materialismo histórico en el Capitalismo moderno.

El Materialismo histórico en el Capitalismo moderno.

1.- El Materialismo histórico clásico

El Materialismo histórico se define normalmente como el marco conceptual usado por Marx y Engels para analizar científicamente la historia humana, en oposición a las teorías burguesas y socialistas que expresaban la historia de una manera más idealista.

Para Marx y Engels, la historia humana es en si el producto de la contradicción entre clases sociales, es decir, entre las clases obreras u oprimidas y las propietarias u opresoras. Esto se ve claramente en el ejemplo de las sociedades anteriores al capitalismo, es decir, la época antigua (Roma), la época feudal (Edad media) o la época moderna (Edad moderna). Estas sociedades presentaban diversos tipos de relaciones sociales según su economía (Patricio-Caballero-Liberto-Esclavo; Señor-Siervo, etc). Estas relaciones se repiten en la época contemporánea, cuya infraestructura es el Capitalismo, sin embargo, en oposición a lo anterior, en esta época los medios de producción han cambiado y también los poseedores que en este momento son los burgueses.

Entonces, para comprender el ‘Manifiesto comunista’ y sus propuestas, deberíamos ver al Capitalismo como un sistema socio-económico que se basa en la idea de libre mercado y de libre intercambio de bienes, donde los dueños de las fuerzas de producción, llamados burgueses o propietarios, mantienen una relación de producción con una clase no propietaria llamada proletariado, que no es más que todo aquél humano no poseedor de ningún medio productivo pero con capacidad de producir trabajo, ya sea por medios físicos o mentales. Ese trabajo, al medirse temporalmente, genera un plustrabajo, que no es otra cosa sino el trabajo que se realiza más allá de lo que normalmente un trabajador asalariado produciría en una jornada de trabajo. Ese plustrabajo genera a su vez una plusvalía, que es el beneficio extra que obtiene el capitalista por el ese sobreesfuerzo no remunerado del trabajador asalariado.

De este modo se aprecia cómo las relaciones entre ambas clases sociales (burgueses y proletarios) se remiten a las mismas condiciones que en pasadas sociedades, ya que, al adueñarse el burgués del plustrabajo, y del trabajo en sí del proletario, convierte a este e otra herramienta de producción a una compensación bajísima. Alimenta de esta manera las diferencias sociales entre ambas clases y alienta la necesidad de una revolución proletaria que busque, no destruir el poder del capital en sí, o la propiedad privada, sino más bien la repartición de los medios de producción con el único fin de conseguir una producción equitativa y garante para todos por igual.

De esta forma llegamos a la conclusión que con el comunismo, visto desde la perspectiva materialista-histórica, llegamos a una etapa final de la misma historia donde ya no existen diferencias entre clases, ni explotadores, ni explotados. Y donde además todas las necesidades son cubiertas y por tanto ya no existe una necesidad social de hacer una revolución que lleve a otra fase de la historia, por lo cual, llegaríamos a su fin en sí mismo en oposición a la visión capitalista-burguesa que aprecia la historia como una sucesión de grandes acciones y hombres o la visión socialista de la historia que se basa en los ideales abstractos de Justicia, Igualdad y Libertad.

2.- Aplicación de Materialismo histórico a la sociedad actual.

Hemos visto en la anterior explicación sobre el materialismo histórico cómo se aplica básicamente a una sociedad capitalista clásica, ahora hemos de analizar cómo ese tipo de sociedades han ido avanzando y cómo han evolucionado a su vez los medios de producción permutando a la par las relaciones sociales entre las diferentes clases de la sociedad.
Si bien los conceptos de trabajo, plustrabajo y plusvalor están bien definidos, los medios de producción han variado con el tiempo y así mismo las relaciones entre clases han ido mutando conforme la infraestructura se ha ido transformando modificando a su vez la superestructura dependiente de esta. Así pues, entendido esto, comencemos el análisis.

Los medios de producción han cambiado. De esto no hay duda. Si bien en la época de Marx las fábricas tenían una conformación básica, jerarquizadas en una escala de mandos casi militar, que procuraban el funcionamiento de las máquinas de la forma más productiva posible para obtener de ellas la máxima rentabilidad, ahora, si bien esto se mantiene, las máquinas con las que han de lidiar los obreros han cambiado sustancialmente de tal modo que, ya no es sólo la capacidad de trabajo físico o mental lo que determina en sí el trabajo sino que también se precisa de una cierta profesionalización del obrero asalariado, que pasará a denominarse en vez de obrero asalariado, trabajador cualificado. Esto pues, determina también la inclusión de un rasgo de identidad del sujeto propiamente dicho, pues, el trabajo, que antes le alienaba y por sí mismo le hacía ajeno de aquello que producía. Ahora en lugar de eso, ya no es el trabajador dueño del bien producido en la fábrica (Dado que ese producto es producido por las máquinas y no por el obrero en sí mismo) sino que más bien toma el papel del garante de que las máquinas produzcan adecuadamente esos bienes.

Por lo tanto, se ve aquí a priori un cambio en las relaciones entre trabajadores y burgueses. En lugar de la visión histórica materialista clásica dónde se explica que el obrero es dueño de cierta parte de lo que produce, ahora ya no produce esos bienes, y por tanto, al tomar tan sólo ese papel de garante el producto, producido por la máquina, ya no es de su propiedad única, sino que se podría aducir que es el producto de una simbiosis hombre-máquina, donde la máquina produce y el factor humano se asegura de la producción de esta, recibiendo en concepto de su trabajo y de su cualificación unos honorarios que le desvinculan por completo de lo producido.
No obstante, nos referimos al explicarlo de esta forma, como es obvio, a una fábrica de un país desarrollado, donde fácilmente podemos encontrar trabajadores cualificados y donde los sindicatos y movimientos sociales han ido poco a poco limando y transformando las condiciones y relaciones entre proletarios/trabajadores asalariados/trabajadores cualificados y los dueños de los medios de producción.

Sin embargo si nos remitimos a un país en vías de desarrollo o subdesarrollado, donde no existe en la superestructura los sindicatos ni los valores ni movimientos sociales, encontramos de nuevo esa descarnada relación entre proletarios y burgueses en la cual al proletario se le ve usurpado por la alienación de su bien producido y de su plusvalía y plustrabajo.

Así pues, tenemos que en una misma infraestructura básica que es el capitalismo, y que no se puede entender de ningún modo localmente sino que debemos verlo a escala mundial, tenemos que se dan dos distintas superestructuras; por un lado nos encontramos la superestructura de los países desarrollados u occidentales, en los cuales los medios de producción y las relaciones entre clases, así como el trabajo y su concepto han ido cambiando hasta darse de un modo en que no se había pensado con anterioridad. Por otro lado tenemos en consecuencia esos países en vías de desarrollo en los cuales ese capitalismo de finales del s. XIX y principios del s. XX sigue, en esencia, siendo igual, con la diferencia de la técnica, la cual en vez de mejorar la calidad de vida del proletario sólo se usa para mejorar la productividad con el mismo soporte industrial y social, sin atender de ninguna forma a los valores sociales, éticos y humanos que tanto han permeado, desde la superestructura, la infraestructura de los países occidentales.

Con esto llegamos a una temprana conclusión, y es que si en occidente, donde las relaciones sociales y de producción han cambiado tanto en pos del bienestar de los trabajadores, ¿cómo se da esta diferencia con los países en vías de desarrollo o subdesarrollados, donde más bien se da una producción descarnada capitalista poco evolucionada?.

Me lleva a plantearme esto la siguiente cuestión, y es que, las relaciones del capitalismo de los países occidentales han permutado en pos de un neo-imperialismo, donde, para mantener el bienestar del mercado, es necesario que el capitalismo de producción clásico se de en esos países huérfanos de movimientos sociales y sindicatos, es decir, países que no ponen trabas, para de ese modo rellenar el capitalismo de mercado que se dan en los países industrializados donde la producción antes descrita se ha transformado en una producción especializada.
Si es así, se da entonces una estructura de la realidad social en tres niveles, donde, la infraestructura es el capitalismo que crea en los países en vías de desarrollo y subdesarrollados una superestructura capitalista clásica para surtir a los mercados de los países desarrollados de productos que a su vez no pertenecen en ningún modo a los primeros, sino que son propiedad de las empresas de los propios países desarrollados, dándose en estos, una superestructura social y política donde la comodidad de las personas y su bienestar reposan sobre el malestar de las personas de los países subdesarrollados.

Pero esto de ningún modo queda tan sólo así, sino que hemos de avanzar más en las consecuencias de este capitalismo y llegar hasta extremos que se salen del marco conceptual creado por Marx para analizar la historia.

En primer lugar hemos de fijarnos en esa propia estructura a tres niveles donde el capital ha creado dos superestructuras distintas, siendo estas una la propia de los países desarrollados y otra la propia del capitalismo clásico que se dan en aquellos países en vías de desarrollo o subdesarrollados. Si bien analizar a estas últimos no arrojaría nada nuevo a la luz, sí que podemos atisbar de esta manera cómo existen las clases definidas por Marx a un nivel mayor del individual. Ya no podemos sólo hablar de proletarios y burgueses, sino que incluso, debemos hablar de países proletarios y países burgueses,. Esto no se da de ningún modo porque las personas de unos países u otros sean completamente burgueses o completamente proletarios, se da, más bien, porque unos países, los desarrollados, son dueños, o mejor dicho, se adueñan, de los medios de producción y se apoderan del trabajo, del plustrabajo y del plusvalor de los países proletarios que son esos en vías de desarrollo y subdesarrollados. De esta forma se mantiene esa estructura que se aprecia tan evidentemente en cuanto al capitalismo clásico.

Pero ¿Qué pasa cuando tornamos nuestra vista hacia esos países burgueses y analizamos sus sociedades más a fondo?

Cuando hacemos esto apreciamos que de ningún modo se dan las mismas diferencias sociales que antaño se daban. Esto se debe a que ya no sólo existe en la propia superestructura unos proletarios o unos burgueses, sino que además, con el tiempo, se ha creado en estos mismos países una curiosa anomalía conocida como ‘’clase media’’.
Esta clase, que se ha creado por medio de la ‘’lucha social’’ que se ha venido dando desde principios del s. XX es en sí una evolución misma del proletariado más clásico que ha conseguido llegar a este estatus más igualitario con la burguesía por medio de la reivindicación social. Esta ‘’clase media’’ es la victoria más clara del Socialismo, y quizás, sea su única victoria útil dentro del propio marco social. No obstante no debemos dejarnos persuadir por los encantos de esta ‘’clase media’’, que parece en sí tan libreo como la burguesía sin caer en esa locura por las riquezas, y sin esa opresión enajenación tan propias de la clase proletaria. Esta clase, en sí misma, es un gran engaño. La victoria más grande del socialismo no es más que una victoria a medias, una victoria permitida por el capital para su propio beneficio, y es que es así, pues esta ‘’clase media’’ que se encarga del trabajo cualificado y de jugar al ciudadano modelo cada cierto tiempo en unas elecciones supuestamente democráticas no es más que una herramienta más del propio mercado. No es más en sí mismo que un medio de producción de capital. Y esto es así por la siguiente razón.

Si analizamos la historia del progreso en occidente nos encontramos que con la tecnificación de las fábricas y los propios avances tecnológicos cada vez se ha ido produciendo más y más. Esto llevó a un primer paso que fue el imperialismo y que sirvió para colocar esos bienes excedentes en mercados nuevos, es decir, de aquellos territorios conquistados, además con esto obtenían nuevas materias primas y otro tipo de beneficios que no vienen ahora al caso; cuando estos territorios comenzaron a ser conscientes de que eran, o mejor dicho, debían ser independientes, los países desarrollados se vieron en la tesitura de crear unos nuevos mercados donde distribuir esos productos que tan excedentemente producían sus fábricas.
Aunque los países desarrollados seguían vendiendo sus productos en el mercado extranjero, estos, comenzaban a no poder abarcar la cantidad de bienes producto de la industrialización.
Así, la clase media nació como producto de la necesidad del capital de distribuir los bienes excedentes. Con la creación de esta clase no sólo se creaba un nuevo mercado con infinitas posibilidades de adquisición de nuevos bienes, sino que también se obtenía una masa manipulable y maleable en la cual se podían introducir nuevas necesidades conforme el mercado necesitase.

De este modo la ‘’clase media’’ actúa como una herramienta más del mercado. Lejos de estar libre de esa ambición de la burguesía, esta clase está cegada por estas ansias de riqueza que la llevan a satisfacer sus supuestas necesidades, necesidades, que no son más que inducidas y creadas por el propio mercado y se presentan de este modo como peor alienación que la que se da en el proletariado, pues, la publicidad, las modas, y todo ese conjunto de armas que utiliza el capital para crear esas supuestas necesidades no hacen más que enajenar a estas personas de sus propias identidades.

Y lo hacen hasta el punto que incluso se crea una serie de afecciones y enfermedades que muchas veces hacen obsesionarse al individuo de tal modo y hasta tal punto con el concepto de supuesta moda, de supuesta necesidad que muchas veces conducen a este a la ruina o incluso a la muerte.

Se concluye de esta manera que existen países proletarios y otros burgueses, y que en los países burgueses se da una nueva relación entre las clases al existir una nueva clase oprimida que es la clase media. Pero parafraseando al propio Marx diré que el propio capital genera las armas con las que ha de ser destruido y a su vez entrena a las personas que han de destruirle, pues en esa ficticia victoria que es la clase media se genera la necesidad auténtica de obtener una educación, se genera la necesidad de unos derechos y de una cultura que abren la puerta a esas personas a elaborar un pensamiento propio como el que aquí veis de mano de uno de esos integrantes de la clase media.

Por tanto, ahora bajo esta tesitura, la revolución ya no sólo se debe dar en las fábricas ni en el seno del proletariado, sino que ha de comenzar de esta manera también por la concienciación de la clase media como una clase oprimida y explotada, pues al fin y al cabo, ambas, proletariado y clase media no han sido más que herramientas en manos de la burguesía y ahora de esta forma deberían también revelarse ambas en contra del poder.

Faltaría por analizar la otra forma de conseguir capital que ahora se da, esta forma es la especulativa, y se trata de especular con el capital con el fin de recibir mayores intereses y rentabilidad. El problema de esta forma de capitalismo no es que sólo genera pobreza y miseria en las otras clases si no que llega también a generar deuda del resto de clases sociales sin que estas siquiera hayan tenido participación en este tipo de actividad del capital.

Esta es por tanto la peor forma de capitalismo que se da actualmente, pues, su capacidad de generar crisis es tan destructiva que el golpe que asesta sobre las clases oprimidas, que deben soportar a las opresoras, puede llegar a ser mortal hasta el punto de crear injusticias peores de las que se habían visto con el capitalismo clásico.

No puedo hablar mucho de esta clase de capitalismo, sin embargo diré, que el comportamiento que mantienen la clase burguesa en esta orgía capital es tan reprochable que hasta muchos de ellos mismos deberían sentir náuseas de sus propios congéneres. Es de tal forma tan detestable que especulativamente se podrían llegar a hundir países, tan sólo con el movimiento del capital. Lo cual nos presenta un mundo muy oscurecido en manos de un capitalismo que se ha salido de control y ha perdido todo tipo de mesura por completo.

Es al observar el mundo de esta manera cuando más se nos debe hacer presente la necesidad de un cambio. Si bien hemos analizado el mundo desde una perspectiva propuesta por Marx y Engels, es decir, desde el marco conceptual del materialismo histórico, personalmente, no creo que ese mismo comunismo propuesto por ambos autores llegase a funcionar, de hecho, históricamente no ha dado sus frutos al quedarse en el gobierno de los países que se declaran comunistas una clase política que acaba por corromperse y acaparar el poder.

Sin embargo, haciendo caso al análisis, algo debería cambiar en este mundo que se presenta de esta manera tan desagradable. A sí que hemos de concluir esta charla con la unión de la primera y última frase del propio ‘Manifiesto comunista’…

Un fantasma recorre Europa (el mundo), el fantasma del capitalismo, así que, proletarios del mundo, uníos.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

If...

Si en la vida no podemos llevar una buena acción a cabo más que por miedo al reproche ajeno, si no podemos hacer nada loable más que huyendo del castigo legal, si no podemos obrar correctamente más que por evadir un juicio divino, o por obtener de esa misma fuente, favores eternos.

Si no podemos ser simplemente buenos sin más que porque de ello nos beneficiamos, si no podemos contemplar el bien más que si trae tras él la aprobación de otros, si no podemos seguir simplemente esa voz de la razón que abre en nosotros el camino al bien más que por perseguir absurdamente aquello que de forma tan fútil y material queremos.

Si no podemos ver más allá de la piel de una persona, o de sus ideas, procedencia o físico. Si no podemos más que apreciar los accidentes que marcan la sustancia. Si no somos capaces más que de atarnos al perjuicio y dejar suelta la ignorancia. Si no tenemos dudas al apalear a quien es diferente sólo porque lo es sin darnos a la vez cuenta de lo diferentes que somos nosotros también. Si no podemos mirar a una mujer, o a un hombre, en vez de por sus bellas formas por su forma de ser.

Si no podemos admirar a los hombres (como especie) simplemente por su bondad. Si no contemplamos de ningún modo el poder perder nuestro bienestar aunque sea por aquellos que decimos amar.

...Si no somos en ninguna forma capaces, simplemente porque debemos, de obrar de forma correcta…

La educación, la ética, el humanismo y toda la especie humana junta habrán fracasado en su empeño y estará por siempre avocada a la más vil derrota que jamás haya sufrido desde que un buen día un hombre llamado Tales se calló en un pozo y una hermosa esclava tracia se rió de él, dando así pie a la filosofía.

sábado, 29 de octubre de 2011

Sobre la educación y las leyes, Crítica e Imperativo Categórico

1ª Parte

El ser crítico no ha de, en ningún modo, obviarse u olvidarse dentro de aquello que es un Estado democrático dado que el ser crítico es en sí un deber ciudadano que debería en todo caso alentarse y acentuarse.

Para la conformación de un Estado de derecho justo y coherente, así como sostenible y sustentable de manera humana y cívica, que el ciudadano sea culto y crítico es primordial dado que esa cultura y esa visión crítica mantendrá en trabajo y en continuo movimiento el aparato político y social de tal modo que el estado no dejará en ningún modo de avanzar, de tal manera que la calidad y la vida en sí aumentarán en tanto que humanidad y sociedad.

Sin embargo hoy en día nos encontramos en la tesitura inmediatamente contraria; conforme el valor del dinero y asimismo de la crematística ha ido tomando peso en nuestra sociedad, todos esos valores humanos tan necesarios e indispensables para el país han ido perdiendo toda consideración conforme a que no resultaban ‘’rentables’’ para el mercado.

Hoy en día los gobiernos ( y me refiero tanto al central como a los autonómicos, comunitario, etc.) ven con buenos ojos que eso que no es más que dinero se imponga en detrimento a aquello que es aún más necesario para el Estado en sí: La formación de los ciudadanos.

Si bien es cierto que la economía*1 es necesaria para la manutención del Estado de Bienestar, no es así, que la crematística*2 sea de este modo indispensable o incluso beneficiosa para el Estado en sí. Al contrario, la crematística mata los valores humanos por medio de la ambición, crea monstruos particulares y públicos y tan sólo enfoca al ser humano a existir en cuanto que instrumento.

Para probar esto que digo tan sólo tenemos que ver la televisión o pasear por una calle donde nos bombardean intentando vendernos más y más, o si queremos una prueba más evidente aún mirar la educación en sí, donde en vez de educarnos en los valores críticos y culturales citados al principio del texto, camuflados en contenidos ridículos muchas veces, nos educan para, hablando en plata, apretar tuercas en una cadena de montaje.

No obstante al menos, y aunque tienda a un fin claro, sin quererlo nos dan las armas para desarrollar un pensamiento propio si es que queremos desarrollar las herramientas necesarias para ser ciudadanos. Sin embargo ahora además quieren quitarnos eso en nombre del mercado. No señalo tan sólo a Esperanza Aguirre ni a Rodríguez Zapatero, sino a todo el aparato político del país que permiten que en nombre del dinero, de las empresas, bancos y valores ‘’bursátiles’’, que la educación desaparezca, que se vuelva privada y que deje de ser ese valor esencial, necesario y claramente único que mantiene en pie el humanismo dentro del Estado.

Poco a poco el monstruo del querer más y más nos va ganando la partida. Me gustará ver como, cuando dentro de unos años tengamos profesionales pero no ciudadanos, y ser ciudadano simplemente indique una pequeña nota a pie de página que resuma tu nacionalidad y te de pie a meter un papel en una caja cada cierto tiempo, eso que llamamos Estado, eso que llamamos democracia no se diferenciará en nada, o en muy poco de aquello que tuvimos que aguantar durante cuarenta años.

El triunfo del fascismo no fue por tanto en ningún modo las dictaduras que se sucedieron durante el s. XX sino que más bien las democracias del s. XXI vendidas y prostituidas en el Mercado de los valores bursátiles.

*1 Economía: Administración de los bienes

*2 Crematística: Adquisición de bienes

Nota 1: He querido hacer la distinción entre la economía y la crematística en tanto que veo a la economía como una ciencia necesaria dado que la administración de los bienes conlleva el mejor funcionamiento del Estado en sí y de sus posibilidades. Mientras que la Crematística, comprendiéndola de forma aristotélica tan sólo lleva a una desmedida ambición que acaba por arruinar los valores humanos del estado en tanto que tan sólo se pretende, como diría Marx, una ‘’Auris sacra fames’’ o maldita sed de oro.

2ª Parte

Hablemos ahora de leyes del estado que sin duda cumplen un papel fundamental en este a la hora de levantar un poder fáctico que mesura y controla sin más la iniquidad del hombre contra el hombre, del ciudadano contra el ciudadano. Que pena que esto no sea así.

Si bien las leyes deben existir en tanto que emanan de la razón y la libertad en sí, ahora mismo, sólo son unas palabras recopiladas en un papel donde en realidad cuenta más lo no reflejado a lo puramente escrito en el código penal. Es frente a lo no reflejado ante lo que actúa el ser humano en pos de su beneficio puro; es de este modo por lo que las empresas (entes jurídicos) aprovechan cualquier resquicio en pos de su inalterable derecho a lucrarse que acaba por ser el indispensable derecho a hacer de su capa un sayo y que acaba por tanto por destruir en sí los cimientos de un Estado de derecho y de sus ciudadanos en pos del ‘libre comercio’ que termina por convertirse en una especie de libertinaje moral perdiendo toda forma de beneficio cívico en pos del beneficio pecuniario.

Es triste que el marco de las leyes que fuera constituido para preservar unos derechos en tanto a todos iguales sólo sirva para agravar en sí las diferencias entre unos y otros que preexisten como citaba Marx en la teoría del ‘Materialismo histórico’*1 que hoy se resume en la diferencia entre valores bursátiles y valores humanos donde los primeros ocupan hoy por hoy el papel del propietario citado por el autor alemán y los segundos los de la clase oprimida, que poco a poco, en vez de avanzar hacia un gobierno del proletariado avanza en vez de en esa dirección hacia la desaparición en tato que la ambición crematística va haciéndose cada vez más grande y evidente.

Sin embargo existe en sí una esperanza para solventar la situación actual, si bien no es más que una pequeña tirita para taponar una enorme brecha. Esa pequeña solución se basa en no basar nuestro sistema jurídico en unas leyes escritas en un papel que pueda presentar vacíos aprovechables, ni en escribir cuantas más leyes mejor ( quien mucho dice mucho yerra dice el dicho) sino más bien en basar nuestra justicia en eso que se llama la ‘forma de ley’ y que podemos resumir en el imperativo categórico de Inmanuel Kant que viene a decir ‘ Obra de tal manera que quieras que la máxima de tu acción se convierta en ley universal’ o lo que es lo mismo obra de forma coherente con lo que verdaderamente quieras que ocurra en el mundo.

Ilustrémoslo de la siguiente manea, pues, si bien es ominoso y complejo el término en sí, se puede aplicar con facilidad si lo vemos de este modo:

Imaginemos que somos unos asesinos, cada cual con su ánimo de asesinar, sin embargo obramos de tal manera (amén de otros menesteres psicológicos porque queremos ser una excepción en nosotros mismos, es decir, que queremos matar pero no queremos ser muertos. Por tanto un mundo donde cada quien pudiera matar sin más a otros nos quitaría esa excepcionalidad y por tanto ese mundo no gustaría en sí al asesino. Lo mismo pasa con el ladrón, o como lo ilustra el propio Kant, con la mentira, si un poderoso nos instase a mentir ante algo proponiéndonos una recompensa estaríamos vendiendo nuestra dignidad si aceptamos pero además estaríamos aceptando un mundo donde no querríamos vivir, un mundo de mentiras sólo produce que nadie confíe en nadie y por tanto sería un mundo que no merecería la pena ser vivido.

Así pues pasa con las leyes, legislamos leyes que hacen del mundo un lugar que no merece la pena ser vivido dado que muchas de ellas van contra ese principio categórico del deber o revisten de deber cosas absurdas y no universales, estas luego se camuflan muy bien en la retórica del derecho y lo más peligroso de ello es que de este modo, los vacíos que dejan, pueden ser aprovechados mejor por aquellos que únicamente buscan un beneficio en el propio derecho y justicia en sí.

Aplicando pues esa forma de ley antes que muchas leyes absurdas se resolverían los conflictos de mucha mejor manera y con muchos menos vacíos aprovechables para aquellos que hoy en día buscan abusar de la ley y en sí lo consiguen por medio del dinero, del poder o de un abogado cuya vocación sea en sí no tener ningún tipo de valor moral, o peor aún, tener una doble moral.

Llegados a este punto sólo me resta decir que de ninguna manera práctica tenemos esto. La forma de ley es más rentable en forma de leyes recogidas en un papel, la crítica es mejor (no sé estrictamente para quien) que desaparezca, la educación es más económica hacerla uniformada, la sanidad más práctica como privada y la política amucho más lucrativa cuanto más sujeta a los mercados.

Esto es, citando las Escrituras, que se nos han metido los mercaderes en el templo. Se nos han metido en el estado, en el civismo, en la ley y en el sentido del ciudadano y se han metido de tal manera que todo valor universal es relativo y que toda necesidad humana puede borrarse de un plumazo con una buena campaña publicitaria.

En el 2015 las empresas se meterán en la universidad, en Cataluña los hospitales serán partidos para repartirlos entre unas cuantas empresas, en Madrid las escuelas públicas están despidiendo interinos por falta de financiación (por orden del gobierno de la Comunidad de Madrid) Y no es desconocido que las campañas políticas son financiadas por empresas privadas.

No hay mejor muestra de cuál es el problema que esta. Hemos consentido y casi invitado a dejar que el mercado se meta en aquello que como ciudadanos deberíamos considerar casi sagrado. Hemos metido a los mercaderes en el templo y ahora no quieren irse y lo que es peor, sus crisis ahora también son las nuestras.

No creo ser poseedor de toda la verdad y mucho menos haber acertado en todo o en algo de lo dicho, pero en mi entendimiento esto es aquello por lo que tenemos esta situación y esas son las formas de paliarla.

Invito a quien quiera rebatirme y compartir su opinión y más allá a reflexionar sobre lo dicho y a mejorar lo que lo haga sin más. Reitero que para mi entendimiento son estas las causas y soluciones de nuestro estado, sin embargo no puedo obviar que siendo humano puedo haber errado en algo o en todo y por tanto la participación de quién sea que lea estas líneas supondrá una nueva forma de abordar la temática de este texto.

*1 Sobre el materialismo histórico: La referencia que hago en este caso no tiene nada que ver o muy poco en sí con la teoría marxista, sin embargo lo utilizo como analogía metafórica e irónica para mostrar como unos valores meramente pecuniarios están haciendo desaparecer y oprimiendo a unos valores humanos que son necesarios para la sociedad en sí.

lunes, 24 de octubre de 2011

Esclavos de la clepsidra

Allen del siglo V a.C. los hombres de Atenas eran lanzados a las fauces de un animal mitológico y despótico que les devoraba conforme pasaba el tiempo, eran así, desmembrados parte a parte, comidos y digeridos en un lento estofado que iba, muy lentamente, cociéndose al ritmo de unas gotas que salpicaban el agua de un cuenco. Ese sonido debía ser brutal, pues, a parte de las palabras del orador en sí, el único ruido que escuchaba aquél que pretendía persuadir a los ciudadanos era el sonido del discurrir de las gotas hacia el inexorable fin del tiempo marcado por este monstruo de leyenda del que hoy todos somos esclavos. La clepsidra.

Las clepsidras no se presentan siempre en forma de relojes, aunque hay que decir que muchas veces sí ¿Quién no ha visto volar a la gente tirada por un empujón de muñeca? Sin embargo estas voraces bestias se presentan en todos los tipos y formas imaginables, incluso allí donde no esperas encontrar una la encuentras, agazapada entre las ideas, rondando la cabeza desprevenida o simplemente, cumpliendo su función más cotidiana. La clepsidra acecha y no desperdicia oportunidad de saltar sobre su víctima y arrancarle parte a parte todo aquello que es suyo.

Y es así, es así siempre, pues hay quien tiene su clepsidra encerrada en el armario y por donde difumina toda su realidad en la ropa que se pone. Hay otros que, sin embargo, llevan su clepsidra en el bolsillo, camuflada de simple teléfono. Los hay aún peores, locos, cuya clepsidra se oculta tras el vidrio del espejo. Hay clepsidras en el amor, en el odio, en el orgullo y la ira, en el sexo y en la fe, clepsidras aquí y allá, en todo lo que es obsesión, en todo lo que es realidad.

Hay una ahora debajo de la cama con forma de zapatos y otra tendida en el estante, reposando, como un libro que te mira inocente y te dice: léeme. Las hay variopintas, como la clepsidra del coche o la clepsidra de los perfumes. Las hay muy serias, como clepsidras de traje, aquellos fetiches rupestres que son simples trapos, o muy alegres, quizás demasiado, como la droga, el alcohol, el vicio y el tabaco.

Clepsidra es todo, es todo lo ominoso y lo frugal, todo aquello que llena nuestro hoy y nubla nuestro mañana. Aquello que empaña la razón es clepsidra, así, los partidos políticos, hoy como entonces siguen siendo esclavos de esa clepsidra del ágora que les hace arrodillarse donde otros no les hacen nada.

No obstante hay un sitio donde escapar de tanto reloj de agua, allí donde no alcanzan sus tentáculos de líquido elemento y el sonido de sus gotas queda simplemente lejos, como un leve murmullo que recuerda que aún, fuera de ese lugar, nos esperan sin duda. Ese lugar del que hablo, allí donde dos y dos son cuatro y no pueden no serlo, allí donde no hay atenienses, persas, gallegos, andaluces o extremeños. Allí donde se habla en un sentido y los demás te comprenden, el sitio de las cosas absolutas y reales, en ese lugar no caben las clepsidras. Y si hay alguien que la ha metido allí, ha de haber sido a la fuerza, en forma de dios, con altar incorporado, o de idea política o disfrazada quizás de amor desesperado.

Ese lugar del que hablo, quizás no os interese a muchos, es un lugar vacío y terriblemente lleno al mismo tiempo. Se llama de muchas formas, pero yo lo nombraré solo de dos pues he de llamarlo Libertad y he de llamarlo Razón.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Reflexiones

Asistimos perplejos a un negro escenario que se ha tenido a bien llamar crisis. Crisis. Es ésa una palabra que llena hoy en día la boca de muchos, sobre todo la de los políticos, quienes en ataques o defensas –Entiéndanse retóricas- se acomodan a acogerse al amparo de este término sin dar más explicación o sin pensar siquiera en las consecuencias de qué es aquello que evocan con tanta soltura.

Crisis, es obvio, que cuando se invoca esa palabra, ese término, se quieren referir a la res económica como si tal palabra hubiera sido acuñada especialmente para tal asunto. Para mí, personalmente, el que los políticos y demás expertos enarbolen tan libremente la palabra crisis sin referirse nada más que a la economía me parece aberrante y desmedido, si bien, innegablemente nos encontramos ante una profunda depresión económica marcada por uno de esos últimamente tan famosos ciclos económicos que tanto nos nombran y tan poco conocemos. La crisis no es en sí simplemente medible en la función - o disfunción- del mercado si no que ésa palabra por sí sola contiene un bagaje mucho mayor del que se nos indica en la prensa o en los discursos políticos (invadidos ambos por las referencias a la economía) Pienso pues que en vez de estar en crisis la economía va mucho más allá de ella. La crisis está en la humanidad. La crisis es una crisis humana.

Vivimos en un mundo en el cual se prefiere el dinero a aquello que debería ser lo más inherente a nuestras vidas como es la educación y la sanidad. Es más, vivimos en un mundo, donde en nombre de la salud económica se saltan a la torera nuestra determinación como ciudadanos –Creo que todos sabemos a qué me refiero- Es difícil no pensar que este mundo no tiene una gran crisis de valores, un déficit humanitario grave si en vez de preferir aquello que en la constitución se muestra como indispensable se prefiere el dinero. El problema viene de base, del planteamiento mismo de nuestra sociedad, del capitalismo en sí, del siglo XIX y de su posterior avance durante el siglo XX y la inauguración de la sociedad del bienestar tras el 45.

A finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX la burguesía cada vez va tomando un papel más prominente en la historia, en plena revolución industrial y social es esta clase la que toma las riendas de Europa en pos del avance, si bien, hablar de una revolución burguesa es en sí un oxímoron, es decir, una contradicción terminológica dado que la burguesía siempre busca lo contrario a la revolución, busca estabilidad. Es con la búsqueda de esta estabilidad con la cual el burgués llega al poder. Después se desencadenan los acontecimientos, poco a poco los países se van subyugando a las exigencias del mercado y así nace el imperialismo, la necesidad de los mismos países para ir cumpliendo esas exigencias poco a poco. Materias primas, territorios y demás se consiguieron en esta época, pero también se consiguió la degradación del género humano como tal. Esclavitud, sometimiento de los pueblos no europeos, la explotación de los recursos autóctonos, etc. Sin duda el siglo XIX fue un siglo en el cual los valores humanos que tanto defendían los pensadores cayeron hasta tal punto que ni siquiera los países eran capaces de ocuparse de sus propios ciudadanos, los burgueses, aquellos que se habían levantado en contra de la tiranía del antiguo régimen para conseguir poderes políticos con el fin de hacer un mundo mejor ahora sólo volvían a inquirir en los mismos crímenes que los reyes y los nobles habían cometido durante el último milenio. La sociedad se separó entonces en clases, una clase burguesa, alta o acomodada y el proletariado. Sería desde el proletariado como propondría Marx de donde se había de llevar a cabo una revolución.

La consecuencia inmediata del imperialismo, de esta fase de la historia y de la sobreproducción y las tensiones diplomáticas generadas en durante el último tercio del siglo XIX suscitarían en 1914 la primera guerra mundial. La primera gran guerra y más allá, la primera vez donde se cuentan los muertos por millares, al finalizar esta guerra, las pérdidas se contarán por miles de millones y Europa se verá arruinada. Rusia por su parte se verá sumida en una cruenta guerra civil de la cual nacerá el régimen comunista que poco a poco irá degradándose con el paso del siglo hasta que finalmente decaiga en el 1989 con la caída del muro y la Perestroika. Estados unidos tomará las riendas de occidentes sustituyendo así a las potencias tradicionales como Francia o Inglaterra (Reino Unido). De este modo Europa se interna en una época de profundos cambios sociales, surgen nuevos pensamientos filosóficos (el existencialismo por ejemplo, con pensadores como Jean-Paul Sartre) y sobre todo, surgen nuevas formas de entender el arte y de ver la vida. La precariedad económica marca esta nueva época, aunque poco a poco los países van solventando sus problemas el mazazo vendrá cuando en 1929 con el famoso martes negro la bolsa de New York se desplome arrastrando al resto del mundo en su caída, esto, junto al rencor acumulado por los costes de la guerra impuestos a los perdedores de esta y al ascenso del fascismo y del nazismo propiciarían en 1939 el advenimiento de la segunda guerra mundial, donde a parte de las pérdidas humanas en batalla se produjo el holocausto y la ejecución de más de seis millones de judíos, polacos y otras etnias tomadas por inferiores en la visión de la ideología Nazi. Tras la guerra, comienza una renovación del espíritu democrático y a su vez comienza la lucha contra el comunismo, será así, como pasarán los treinta magníficos, los treinta años dorados que vivirá la recién inaugurada (entonces) sociedad del bienestar. Su primera prueba de fuego vendrá con la crisis del petróleo en la década de los ochenta, la segunda gran recesión sufrida por parte de los mercados y que marcarán el comiendo de lo que hoy por hoy estamos viviendo. Con renovadas fuerzas el capitalismo emprenderá la década de los 90 y el fin del milenio, sin embargo, en 2008 sucederá el fin de un nuevo ciclo económico haciéndonos caer en la actual recesión que hoy por hoy vivimos.

Sin embargo, aun estando el diapasón de la economía presente, debemos tener en cuenta que la actual crisis no es tan sólo una caída de la economía propiciada por el mercado o los métodos más o menos acertados que los gobiernos han ido tomando. No. Vivimos una época de decadencia del pensamiento y de las artes que van socavando a pasos agigantados nuestra forma de ver las cosas. Hoy la llamada sociedad de la información vive, sin embargo, más desinformada que nunca; los bombardeos continuos con información basura llena nuestra mente y nos hace estériles ante la opinión propia. Los ciudadanos somos esclavos de nuestras propias formas, nos hemos acomodado en nuestra propia decadencia y dejamos que se extienda sin preocuparnos de qué es lo que pasa a nuestro alrededor. La actual crisis ha calado tan hondo que hoy por hoy nuestro pensamiento es una amalgama amasada de todo y de nada, nos meten toda la información pasada por filtros políticos y no sabemos ya distinguir lo real de lo irreal y no sólo eso.

Resulta que hace menos de un mes que han cambiado la constitución, nuestra constitución, la de los ciudadanos españoles, aquella que conseguimos durante la transición con sangre, sudor y lágrimas, ésa misma constitución la han cogido y la han cambiado sin más consulta que el pobre apoyo del voto de la mayoría del congreso, resumido en los votos de los partidos beneficiarios y reformadores. Acaban de violar nuestras propias libertades y nosotros nos hemos dejado violar.

Pero ahí ni acaba la cosa. Ahora resulta que en la comunidad de Madrid, su presidenta pretende hacer cambios drásticos en la educación y los ha hecho ya en la sanidad (recordemos que hace cosa de un año escaso privatizó la administración de los hospitales) resulta que, aparte de querer trastocar el ya de por si defectuoso sistema educativo quiere empeorarlo más y lo que va más allá, atentando contra nuestros derechos naturales (derecho a la educación, libertad de expresión, etc. Que no están recogidos únicamente en la constitución sino que además son derechos fundamentales del hombre) Y sin embargo nosotros a penas nos hemos movilizado y hemos armado ruido. Me pregunto, pues, ahora ¿dónde queda el sentido de ciudadano? ¿Si los ciudadanos se han convertido en ratones se puede hablar de soberanía nacional?¿se puede hablar de Estado de Derecho? Me pregunto también, si la economía ha suscitado todos los hechos narrados antes y el fin de recaudar dinero atento contra nuestras propias libertades… Me pregunto, os pregunto ¿hasta qué punto es ético volver al dinero un fin? Dado que ahora parece que conseguir liquidez, estabilidad y riqueza parece ser más importante que algunos de nuestros más básicos derechos hasta tal punto de con la torpe excusa de que la economía se recupere parece ser lícito pasarse por alto nuestra opinión como ciudadanos y nuestras libertades. ¿Hasta qué punto es necesario y moral convertir a un medio en un fin? Dejo la pregunta en el aire. Contéstenla ustedes.

viernes, 2 de septiembre de 2011

La muerte de la democracia

Pido a todo aquél que lea este artículo que calle durante un minuto para presentar sus respetos a la muerte de algo muy importante que nos abandona hoy.

Hoy, viernes dos de septiembre del dos mil once muere la democracia española. Muere a manos de políticos que más bien son asesinos de libertades. Muere a manos del poder.

En realidad no son los culpables del todo de que esto suceda. Los culpables somos nosotros. Nuestra pasividad y nuestro pasotismo. Nos merecemos lo que tenemos. Somos los hijos de nuestro pasado y ése pasado se vuelve a repetir como un ciclo. Hay de nuevo una dictadura. Una dictadura que es encubierta pero dictadura al fin y al cabo. Aunque en sí no existe una dictadura, existen muchas, una por comunidad.

Es una pena ver morir un sueño bonito de esta manera tan desagradable, desgarrado por los que se supone más tendrían que defenderlo y permitido por quienes más deberían amarlo. Hoy se vota la ley por la cual el límite de gasto de las comunidades que reducido a ochocientos millones. Este método que pone en peligro el estado del bienestar y las leyes de J. M. Keyness introduce en nuestro país la estética de la economía neoliberal que los conservadores tanto gustan de defender.

No es en sí la ley lo que va a dar la puntilla a nuestras libertades, no es que se vaya a quebrar el Estado del Bienestar, no. Es el cómo y no el qué. PP y PSOE han pactado abiertamente el aprobar la ley que reforma nuestra constitución, sin embargo, en vez de refrendar la ley por medio de la votación popular han decidido saltarse todo ése método por considerarlo ‘’innecesario’’ privándonos de ésta manera de nuestra capacidad de elección, de nuestro derecho al voto y a decidir sobre un bien común. La Constitución española.

A parte de eso han decidido los dos partidos mayoritarios que la opinión del resto de partidos no cuenta o al menos no cuenta fuera de las urnas. Es decir, no han dejado ningún derecho a réplica por parte del resto de la clase política lo cual demuestra un gran desprecio hasta por sus propios compañeros.

La ley hoy será votada y vencerá por mayoría amplia. Sólo con los votos de PP y PSOE ya es suficiente. Sin embargo esta ley, que es una aberración desde la función hasta las maneras no debería salir adelante. No debería por los graves desmanes cometidos por nuestros ‘’representantes’’ (y cada día los de menos gente) no debería porque supone colgar una soga al cuello de todos los españoles y no debería por la sencilla razón de que de este modo se demuestra abiertamente que en España no hay una democracia real si no una democracia ficticia y demagógica. Una dictadura si así lo prefiere. Francisco Franco la llamaba Democracia Orgánica. Yo prefiero llamarla falacia ad civitatem (hacia el ciudadano) ya que es al ciudadano a quien se le miente y engaña en masa.

Lo peor de todo este asunto, fuera de la plana política ya no es que se haya despreciado la opinión del ciudadano. Lo peor es que los ciudadanos nos hemos condenado a nosotros mismos. En vez de salir a tomar la calle, a protestar y a luchar contra aquellos que nos desprecian hemos tomado la vía más fácil y simple de todas. Oír, ver y callar. Y así, queridos compatriotas nacidos o no en la península nos va en la varea. Si seguimos de esta guisa seguirán pisándonos el cuello porque puede, por el simple hecho del poder. Seguirán y seguirán desangrándonos poco a poco porque al fin y al cabo ellos son los que mandan. Porque al fin y al cabo ellos son los que deciden. Porque al final de todo el asunto ellos son a quienes hemos elegido y eso les da poder para cualquier cosa.

Vivimos a la sombra de Europa gracias a ésos elegidos nuestros, vivimos a órdenes de Alemania, Francia e Inglaterra y bailamos al son que nos mandan porque sí. Vivimos atados de pies y manos cada día más por la clase política que mucho a mucho va limando nuestras libertades y nuestra calidad de vida.

Pero reitero querido lector. La culpa no es suya, es nuestra. La culpa es de nuestro pasotismo y desgana y si así siguen las cosas el futuro que nos espera va a ser negro. Como dicen en cierto libro ciertos personajes. Se acerca el invierno.