martes, 22 de marzo de 2011

Sobre el poder y la prensa

Orson Welles, ese gran director estadounidense, ya expuso en la década de los cuarenta el tema del cuarto poder de estado, el poder de la prensa. Un poder capaz de alzar o derribar gobiernos tal y como muestra en su soberbia obra ''Ciudadano Kane''. Es este llamado cuarto poder el que nos ocupa.

Es obvio para todos que la prensa ya sea oral o escrita, libre en su manera de expresarse, libre sobre los temas a tratar; es obvio que de esta forma detenta el poder de arremeter y erosionar poco a poco a cualquier forma de gobierno y sobre todo, en un país democrático, el factor de la prensa es capaz, si se lo propone, de aupar a cualquiera como máximo representante del Estado. Sin embargo el problema no es este. No es que se de esa necesidad de que exista otro órgano fuera del sistema cerrado que conforman los tres poderes, y que por tanto debe darse en pos de evocar la necesaria opinión pública.

El problema de la prensa y del periodismo en general es precisamente que en si mismo es un poder, un poder que muchos ambicionan y quieren, un poder que corrompe y por tanto empaña y enfanga de manera superlativa hasta el punto de manipular y tergiversar la opinión pública. Y de esta forma se alzan gobiernos y se tiran otros, se fundamentan dictaduras y se mueven masas. Masas, rebaños, ovejas humanas, tristes títeres que representan un número, un voto en una urna, un simple trocito más de esa ambrosía divina tan amada por todos que hace cometer crímenes y lleva a los hombres a tirar de sus más bajos instintos por el simple hecho de conseguir un sorbo de ese dulce néctar.

Ahora que está tan en boga la polémica de la ley ''anti-tabaco'' tan cercana al cuidado de la salud pública y por extrapolación, al endurecimiento de la lucha contra la droga, me pregunto por qué no prohíben la peor de esas sustancias, que lleva no sólo a matar, robar y malversar si no a corromper la voluntad de millones de personas por un chute de esta droga tan permitida, consumida e incluso recomendada por los líderes mundiales: el poder.

sábado, 19 de marzo de 2011

Ensayo discursístico 1

Cada día se suceden miles de muertos. Nos ponen una pistola en la cabeza y disparan sin impunidad. ¡Bang! Una palabra, ¡bang! Otra palabra, ¡bang! Otra más que mata a una, a otra y a otra persona sin plantearse el daño que hace. Cada muerto es el voto en una urna guiado por una palabra hueca, por una promesa vacía y cargada convenientemente en un periódico, en un noticiero o en un telediario.

Cada día nos van matando más y más, van matando nuestra opinión y nuestra libertad; primero la anulan con programas y otros estupefacientes televisivos destinados a matar nuestras opiniones, nuestra cultura. Después, como puestos frente al pelotón de fusilamiento sin recordar tan siquiera lo que era el hielo, disparan y tras ello nos reaniman guiándonos cuan zombis y dirigiéndonos como un siniestro ejército destinado a hacer lo que quieren. Ya no somos personas, somos óvidos, un rebaño guiado de aquí para allá por líderes malversadores de confianza.

Así es nuestra sociedad actual.

¿Dónde quedaron aquellas personas que murieron en Praga por sus derechos? ¿Dónde quedaron aquellos jóvenes del 68 que salieron por París? ¿Dónde aquél que en la plaza de Tiananmen se opuso él sólo a los tanques? ¿Dónde quedó la lucha y el ansia por ser libres?

Esas personas consiguieron mucho, unos más que otros, y pasaron a los anales de la historia como héroes mudos que un día hicieron de su mundo, o al menos lo intentaron, un lugar mejor. Esas personas se han hecho viejas o murieron, pero ¿por qué han muerto también sus espíritus? Sus ideales son nuestro legado y deben ser nuestra motivación.

Generación que hoy te alzas al mundo,

Que pronto le mirarás a la altura de los ojos,

No te dejes pisar más,

Combate con la palabra la palabra y vuela,

Vuela allí donde otros trataron en llegar,

Sigue el camino que te marcaron los héroes por la libertad.