sábado, 29 de octubre de 2011

Sobre la educación y las leyes, Crítica e Imperativo Categórico

1ª Parte

El ser crítico no ha de, en ningún modo, obviarse u olvidarse dentro de aquello que es un Estado democrático dado que el ser crítico es en sí un deber ciudadano que debería en todo caso alentarse y acentuarse.

Para la conformación de un Estado de derecho justo y coherente, así como sostenible y sustentable de manera humana y cívica, que el ciudadano sea culto y crítico es primordial dado que esa cultura y esa visión crítica mantendrá en trabajo y en continuo movimiento el aparato político y social de tal modo que el estado no dejará en ningún modo de avanzar, de tal manera que la calidad y la vida en sí aumentarán en tanto que humanidad y sociedad.

Sin embargo hoy en día nos encontramos en la tesitura inmediatamente contraria; conforme el valor del dinero y asimismo de la crematística ha ido tomando peso en nuestra sociedad, todos esos valores humanos tan necesarios e indispensables para el país han ido perdiendo toda consideración conforme a que no resultaban ‘’rentables’’ para el mercado.

Hoy en día los gobiernos ( y me refiero tanto al central como a los autonómicos, comunitario, etc.) ven con buenos ojos que eso que no es más que dinero se imponga en detrimento a aquello que es aún más necesario para el Estado en sí: La formación de los ciudadanos.

Si bien es cierto que la economía*1 es necesaria para la manutención del Estado de Bienestar, no es así, que la crematística*2 sea de este modo indispensable o incluso beneficiosa para el Estado en sí. Al contrario, la crematística mata los valores humanos por medio de la ambición, crea monstruos particulares y públicos y tan sólo enfoca al ser humano a existir en cuanto que instrumento.

Para probar esto que digo tan sólo tenemos que ver la televisión o pasear por una calle donde nos bombardean intentando vendernos más y más, o si queremos una prueba más evidente aún mirar la educación en sí, donde en vez de educarnos en los valores críticos y culturales citados al principio del texto, camuflados en contenidos ridículos muchas veces, nos educan para, hablando en plata, apretar tuercas en una cadena de montaje.

No obstante al menos, y aunque tienda a un fin claro, sin quererlo nos dan las armas para desarrollar un pensamiento propio si es que queremos desarrollar las herramientas necesarias para ser ciudadanos. Sin embargo ahora además quieren quitarnos eso en nombre del mercado. No señalo tan sólo a Esperanza Aguirre ni a Rodríguez Zapatero, sino a todo el aparato político del país que permiten que en nombre del dinero, de las empresas, bancos y valores ‘’bursátiles’’, que la educación desaparezca, que se vuelva privada y que deje de ser ese valor esencial, necesario y claramente único que mantiene en pie el humanismo dentro del Estado.

Poco a poco el monstruo del querer más y más nos va ganando la partida. Me gustará ver como, cuando dentro de unos años tengamos profesionales pero no ciudadanos, y ser ciudadano simplemente indique una pequeña nota a pie de página que resuma tu nacionalidad y te de pie a meter un papel en una caja cada cierto tiempo, eso que llamamos Estado, eso que llamamos democracia no se diferenciará en nada, o en muy poco de aquello que tuvimos que aguantar durante cuarenta años.

El triunfo del fascismo no fue por tanto en ningún modo las dictaduras que se sucedieron durante el s. XX sino que más bien las democracias del s. XXI vendidas y prostituidas en el Mercado de los valores bursátiles.

*1 Economía: Administración de los bienes

*2 Crematística: Adquisición de bienes

Nota 1: He querido hacer la distinción entre la economía y la crematística en tanto que veo a la economía como una ciencia necesaria dado que la administración de los bienes conlleva el mejor funcionamiento del Estado en sí y de sus posibilidades. Mientras que la Crematística, comprendiéndola de forma aristotélica tan sólo lleva a una desmedida ambición que acaba por arruinar los valores humanos del estado en tanto que tan sólo se pretende, como diría Marx, una ‘’Auris sacra fames’’ o maldita sed de oro.

2ª Parte

Hablemos ahora de leyes del estado que sin duda cumplen un papel fundamental en este a la hora de levantar un poder fáctico que mesura y controla sin más la iniquidad del hombre contra el hombre, del ciudadano contra el ciudadano. Que pena que esto no sea así.

Si bien las leyes deben existir en tanto que emanan de la razón y la libertad en sí, ahora mismo, sólo son unas palabras recopiladas en un papel donde en realidad cuenta más lo no reflejado a lo puramente escrito en el código penal. Es frente a lo no reflejado ante lo que actúa el ser humano en pos de su beneficio puro; es de este modo por lo que las empresas (entes jurídicos) aprovechan cualquier resquicio en pos de su inalterable derecho a lucrarse que acaba por ser el indispensable derecho a hacer de su capa un sayo y que acaba por tanto por destruir en sí los cimientos de un Estado de derecho y de sus ciudadanos en pos del ‘libre comercio’ que termina por convertirse en una especie de libertinaje moral perdiendo toda forma de beneficio cívico en pos del beneficio pecuniario.

Es triste que el marco de las leyes que fuera constituido para preservar unos derechos en tanto a todos iguales sólo sirva para agravar en sí las diferencias entre unos y otros que preexisten como citaba Marx en la teoría del ‘Materialismo histórico’*1 que hoy se resume en la diferencia entre valores bursátiles y valores humanos donde los primeros ocupan hoy por hoy el papel del propietario citado por el autor alemán y los segundos los de la clase oprimida, que poco a poco, en vez de avanzar hacia un gobierno del proletariado avanza en vez de en esa dirección hacia la desaparición en tato que la ambición crematística va haciéndose cada vez más grande y evidente.

Sin embargo existe en sí una esperanza para solventar la situación actual, si bien no es más que una pequeña tirita para taponar una enorme brecha. Esa pequeña solución se basa en no basar nuestro sistema jurídico en unas leyes escritas en un papel que pueda presentar vacíos aprovechables, ni en escribir cuantas más leyes mejor ( quien mucho dice mucho yerra dice el dicho) sino más bien en basar nuestra justicia en eso que se llama la ‘forma de ley’ y que podemos resumir en el imperativo categórico de Inmanuel Kant que viene a decir ‘ Obra de tal manera que quieras que la máxima de tu acción se convierta en ley universal’ o lo que es lo mismo obra de forma coherente con lo que verdaderamente quieras que ocurra en el mundo.

Ilustrémoslo de la siguiente manea, pues, si bien es ominoso y complejo el término en sí, se puede aplicar con facilidad si lo vemos de este modo:

Imaginemos que somos unos asesinos, cada cual con su ánimo de asesinar, sin embargo obramos de tal manera (amén de otros menesteres psicológicos porque queremos ser una excepción en nosotros mismos, es decir, que queremos matar pero no queremos ser muertos. Por tanto un mundo donde cada quien pudiera matar sin más a otros nos quitaría esa excepcionalidad y por tanto ese mundo no gustaría en sí al asesino. Lo mismo pasa con el ladrón, o como lo ilustra el propio Kant, con la mentira, si un poderoso nos instase a mentir ante algo proponiéndonos una recompensa estaríamos vendiendo nuestra dignidad si aceptamos pero además estaríamos aceptando un mundo donde no querríamos vivir, un mundo de mentiras sólo produce que nadie confíe en nadie y por tanto sería un mundo que no merecería la pena ser vivido.

Así pues pasa con las leyes, legislamos leyes que hacen del mundo un lugar que no merece la pena ser vivido dado que muchas de ellas van contra ese principio categórico del deber o revisten de deber cosas absurdas y no universales, estas luego se camuflan muy bien en la retórica del derecho y lo más peligroso de ello es que de este modo, los vacíos que dejan, pueden ser aprovechados mejor por aquellos que únicamente buscan un beneficio en el propio derecho y justicia en sí.

Aplicando pues esa forma de ley antes que muchas leyes absurdas se resolverían los conflictos de mucha mejor manera y con muchos menos vacíos aprovechables para aquellos que hoy en día buscan abusar de la ley y en sí lo consiguen por medio del dinero, del poder o de un abogado cuya vocación sea en sí no tener ningún tipo de valor moral, o peor aún, tener una doble moral.

Llegados a este punto sólo me resta decir que de ninguna manera práctica tenemos esto. La forma de ley es más rentable en forma de leyes recogidas en un papel, la crítica es mejor (no sé estrictamente para quien) que desaparezca, la educación es más económica hacerla uniformada, la sanidad más práctica como privada y la política amucho más lucrativa cuanto más sujeta a los mercados.

Esto es, citando las Escrituras, que se nos han metido los mercaderes en el templo. Se nos han metido en el estado, en el civismo, en la ley y en el sentido del ciudadano y se han metido de tal manera que todo valor universal es relativo y que toda necesidad humana puede borrarse de un plumazo con una buena campaña publicitaria.

En el 2015 las empresas se meterán en la universidad, en Cataluña los hospitales serán partidos para repartirlos entre unas cuantas empresas, en Madrid las escuelas públicas están despidiendo interinos por falta de financiación (por orden del gobierno de la Comunidad de Madrid) Y no es desconocido que las campañas políticas son financiadas por empresas privadas.

No hay mejor muestra de cuál es el problema que esta. Hemos consentido y casi invitado a dejar que el mercado se meta en aquello que como ciudadanos deberíamos considerar casi sagrado. Hemos metido a los mercaderes en el templo y ahora no quieren irse y lo que es peor, sus crisis ahora también son las nuestras.

No creo ser poseedor de toda la verdad y mucho menos haber acertado en todo o en algo de lo dicho, pero en mi entendimiento esto es aquello por lo que tenemos esta situación y esas son las formas de paliarla.

Invito a quien quiera rebatirme y compartir su opinión y más allá a reflexionar sobre lo dicho y a mejorar lo que lo haga sin más. Reitero que para mi entendimiento son estas las causas y soluciones de nuestro estado, sin embargo no puedo obviar que siendo humano puedo haber errado en algo o en todo y por tanto la participación de quién sea que lea estas líneas supondrá una nueva forma de abordar la temática de este texto.

*1 Sobre el materialismo histórico: La referencia que hago en este caso no tiene nada que ver o muy poco en sí con la teoría marxista, sin embargo lo utilizo como analogía metafórica e irónica para mostrar como unos valores meramente pecuniarios están haciendo desaparecer y oprimiendo a unos valores humanos que son necesarios para la sociedad en sí.

lunes, 24 de octubre de 2011

Esclavos de la clepsidra

Allen del siglo V a.C. los hombres de Atenas eran lanzados a las fauces de un animal mitológico y despótico que les devoraba conforme pasaba el tiempo, eran así, desmembrados parte a parte, comidos y digeridos en un lento estofado que iba, muy lentamente, cociéndose al ritmo de unas gotas que salpicaban el agua de un cuenco. Ese sonido debía ser brutal, pues, a parte de las palabras del orador en sí, el único ruido que escuchaba aquél que pretendía persuadir a los ciudadanos era el sonido del discurrir de las gotas hacia el inexorable fin del tiempo marcado por este monstruo de leyenda del que hoy todos somos esclavos. La clepsidra.

Las clepsidras no se presentan siempre en forma de relojes, aunque hay que decir que muchas veces sí ¿Quién no ha visto volar a la gente tirada por un empujón de muñeca? Sin embargo estas voraces bestias se presentan en todos los tipos y formas imaginables, incluso allí donde no esperas encontrar una la encuentras, agazapada entre las ideas, rondando la cabeza desprevenida o simplemente, cumpliendo su función más cotidiana. La clepsidra acecha y no desperdicia oportunidad de saltar sobre su víctima y arrancarle parte a parte todo aquello que es suyo.

Y es así, es así siempre, pues hay quien tiene su clepsidra encerrada en el armario y por donde difumina toda su realidad en la ropa que se pone. Hay otros que, sin embargo, llevan su clepsidra en el bolsillo, camuflada de simple teléfono. Los hay aún peores, locos, cuya clepsidra se oculta tras el vidrio del espejo. Hay clepsidras en el amor, en el odio, en el orgullo y la ira, en el sexo y en la fe, clepsidras aquí y allá, en todo lo que es obsesión, en todo lo que es realidad.

Hay una ahora debajo de la cama con forma de zapatos y otra tendida en el estante, reposando, como un libro que te mira inocente y te dice: léeme. Las hay variopintas, como la clepsidra del coche o la clepsidra de los perfumes. Las hay muy serias, como clepsidras de traje, aquellos fetiches rupestres que son simples trapos, o muy alegres, quizás demasiado, como la droga, el alcohol, el vicio y el tabaco.

Clepsidra es todo, es todo lo ominoso y lo frugal, todo aquello que llena nuestro hoy y nubla nuestro mañana. Aquello que empaña la razón es clepsidra, así, los partidos políticos, hoy como entonces siguen siendo esclavos de esa clepsidra del ágora que les hace arrodillarse donde otros no les hacen nada.

No obstante hay un sitio donde escapar de tanto reloj de agua, allí donde no alcanzan sus tentáculos de líquido elemento y el sonido de sus gotas queda simplemente lejos, como un leve murmullo que recuerda que aún, fuera de ese lugar, nos esperan sin duda. Ese lugar del que hablo, allí donde dos y dos son cuatro y no pueden no serlo, allí donde no hay atenienses, persas, gallegos, andaluces o extremeños. Allí donde se habla en un sentido y los demás te comprenden, el sitio de las cosas absolutas y reales, en ese lugar no caben las clepsidras. Y si hay alguien que la ha metido allí, ha de haber sido a la fuerza, en forma de dios, con altar incorporado, o de idea política o disfrazada quizás de amor desesperado.

Ese lugar del que hablo, quizás no os interese a muchos, es un lugar vacío y terriblemente lleno al mismo tiempo. Se llama de muchas formas, pero yo lo nombraré solo de dos pues he de llamarlo Libertad y he de llamarlo Razón.