sábado, 19 de marzo de 2011

Ensayo discursístico 1

Cada día se suceden miles de muertos. Nos ponen una pistola en la cabeza y disparan sin impunidad. ¡Bang! Una palabra, ¡bang! Otra palabra, ¡bang! Otra más que mata a una, a otra y a otra persona sin plantearse el daño que hace. Cada muerto es el voto en una urna guiado por una palabra hueca, por una promesa vacía y cargada convenientemente en un periódico, en un noticiero o en un telediario.

Cada día nos van matando más y más, van matando nuestra opinión y nuestra libertad; primero la anulan con programas y otros estupefacientes televisivos destinados a matar nuestras opiniones, nuestra cultura. Después, como puestos frente al pelotón de fusilamiento sin recordar tan siquiera lo que era el hielo, disparan y tras ello nos reaniman guiándonos cuan zombis y dirigiéndonos como un siniestro ejército destinado a hacer lo que quieren. Ya no somos personas, somos óvidos, un rebaño guiado de aquí para allá por líderes malversadores de confianza.

Así es nuestra sociedad actual.

¿Dónde quedaron aquellas personas que murieron en Praga por sus derechos? ¿Dónde quedaron aquellos jóvenes del 68 que salieron por París? ¿Dónde aquél que en la plaza de Tiananmen se opuso él sólo a los tanques? ¿Dónde quedó la lucha y el ansia por ser libres?

Esas personas consiguieron mucho, unos más que otros, y pasaron a los anales de la historia como héroes mudos que un día hicieron de su mundo, o al menos lo intentaron, un lugar mejor. Esas personas se han hecho viejas o murieron, pero ¿por qué han muerto también sus espíritus? Sus ideales son nuestro legado y deben ser nuestra motivación.

Generación que hoy te alzas al mundo,

Que pronto le mirarás a la altura de los ojos,

No te dejes pisar más,

Combate con la palabra la palabra y vuela,

Vuela allí donde otros trataron en llegar,

Sigue el camino que te marcaron los héroes por la libertad.

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