jueves, 29 de septiembre de 2011

Reflexiones

Asistimos perplejos a un negro escenario que se ha tenido a bien llamar crisis. Crisis. Es ésa una palabra que llena hoy en día la boca de muchos, sobre todo la de los políticos, quienes en ataques o defensas –Entiéndanse retóricas- se acomodan a acogerse al amparo de este término sin dar más explicación o sin pensar siquiera en las consecuencias de qué es aquello que evocan con tanta soltura.

Crisis, es obvio, que cuando se invoca esa palabra, ese término, se quieren referir a la res económica como si tal palabra hubiera sido acuñada especialmente para tal asunto. Para mí, personalmente, el que los políticos y demás expertos enarbolen tan libremente la palabra crisis sin referirse nada más que a la economía me parece aberrante y desmedido, si bien, innegablemente nos encontramos ante una profunda depresión económica marcada por uno de esos últimamente tan famosos ciclos económicos que tanto nos nombran y tan poco conocemos. La crisis no es en sí simplemente medible en la función - o disfunción- del mercado si no que ésa palabra por sí sola contiene un bagaje mucho mayor del que se nos indica en la prensa o en los discursos políticos (invadidos ambos por las referencias a la economía) Pienso pues que en vez de estar en crisis la economía va mucho más allá de ella. La crisis está en la humanidad. La crisis es una crisis humana.

Vivimos en un mundo en el cual se prefiere el dinero a aquello que debería ser lo más inherente a nuestras vidas como es la educación y la sanidad. Es más, vivimos en un mundo, donde en nombre de la salud económica se saltan a la torera nuestra determinación como ciudadanos –Creo que todos sabemos a qué me refiero- Es difícil no pensar que este mundo no tiene una gran crisis de valores, un déficit humanitario grave si en vez de preferir aquello que en la constitución se muestra como indispensable se prefiere el dinero. El problema viene de base, del planteamiento mismo de nuestra sociedad, del capitalismo en sí, del siglo XIX y de su posterior avance durante el siglo XX y la inauguración de la sociedad del bienestar tras el 45.

A finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX la burguesía cada vez va tomando un papel más prominente en la historia, en plena revolución industrial y social es esta clase la que toma las riendas de Europa en pos del avance, si bien, hablar de una revolución burguesa es en sí un oxímoron, es decir, una contradicción terminológica dado que la burguesía siempre busca lo contrario a la revolución, busca estabilidad. Es con la búsqueda de esta estabilidad con la cual el burgués llega al poder. Después se desencadenan los acontecimientos, poco a poco los países se van subyugando a las exigencias del mercado y así nace el imperialismo, la necesidad de los mismos países para ir cumpliendo esas exigencias poco a poco. Materias primas, territorios y demás se consiguieron en esta época, pero también se consiguió la degradación del género humano como tal. Esclavitud, sometimiento de los pueblos no europeos, la explotación de los recursos autóctonos, etc. Sin duda el siglo XIX fue un siglo en el cual los valores humanos que tanto defendían los pensadores cayeron hasta tal punto que ni siquiera los países eran capaces de ocuparse de sus propios ciudadanos, los burgueses, aquellos que se habían levantado en contra de la tiranía del antiguo régimen para conseguir poderes políticos con el fin de hacer un mundo mejor ahora sólo volvían a inquirir en los mismos crímenes que los reyes y los nobles habían cometido durante el último milenio. La sociedad se separó entonces en clases, una clase burguesa, alta o acomodada y el proletariado. Sería desde el proletariado como propondría Marx de donde se había de llevar a cabo una revolución.

La consecuencia inmediata del imperialismo, de esta fase de la historia y de la sobreproducción y las tensiones diplomáticas generadas en durante el último tercio del siglo XIX suscitarían en 1914 la primera guerra mundial. La primera gran guerra y más allá, la primera vez donde se cuentan los muertos por millares, al finalizar esta guerra, las pérdidas se contarán por miles de millones y Europa se verá arruinada. Rusia por su parte se verá sumida en una cruenta guerra civil de la cual nacerá el régimen comunista que poco a poco irá degradándose con el paso del siglo hasta que finalmente decaiga en el 1989 con la caída del muro y la Perestroika. Estados unidos tomará las riendas de occidentes sustituyendo así a las potencias tradicionales como Francia o Inglaterra (Reino Unido). De este modo Europa se interna en una época de profundos cambios sociales, surgen nuevos pensamientos filosóficos (el existencialismo por ejemplo, con pensadores como Jean-Paul Sartre) y sobre todo, surgen nuevas formas de entender el arte y de ver la vida. La precariedad económica marca esta nueva época, aunque poco a poco los países van solventando sus problemas el mazazo vendrá cuando en 1929 con el famoso martes negro la bolsa de New York se desplome arrastrando al resto del mundo en su caída, esto, junto al rencor acumulado por los costes de la guerra impuestos a los perdedores de esta y al ascenso del fascismo y del nazismo propiciarían en 1939 el advenimiento de la segunda guerra mundial, donde a parte de las pérdidas humanas en batalla se produjo el holocausto y la ejecución de más de seis millones de judíos, polacos y otras etnias tomadas por inferiores en la visión de la ideología Nazi. Tras la guerra, comienza una renovación del espíritu democrático y a su vez comienza la lucha contra el comunismo, será así, como pasarán los treinta magníficos, los treinta años dorados que vivirá la recién inaugurada (entonces) sociedad del bienestar. Su primera prueba de fuego vendrá con la crisis del petróleo en la década de los ochenta, la segunda gran recesión sufrida por parte de los mercados y que marcarán el comiendo de lo que hoy por hoy estamos viviendo. Con renovadas fuerzas el capitalismo emprenderá la década de los 90 y el fin del milenio, sin embargo, en 2008 sucederá el fin de un nuevo ciclo económico haciéndonos caer en la actual recesión que hoy por hoy vivimos.

Sin embargo, aun estando el diapasón de la economía presente, debemos tener en cuenta que la actual crisis no es tan sólo una caída de la economía propiciada por el mercado o los métodos más o menos acertados que los gobiernos han ido tomando. No. Vivimos una época de decadencia del pensamiento y de las artes que van socavando a pasos agigantados nuestra forma de ver las cosas. Hoy la llamada sociedad de la información vive, sin embargo, más desinformada que nunca; los bombardeos continuos con información basura llena nuestra mente y nos hace estériles ante la opinión propia. Los ciudadanos somos esclavos de nuestras propias formas, nos hemos acomodado en nuestra propia decadencia y dejamos que se extienda sin preocuparnos de qué es lo que pasa a nuestro alrededor. La actual crisis ha calado tan hondo que hoy por hoy nuestro pensamiento es una amalgama amasada de todo y de nada, nos meten toda la información pasada por filtros políticos y no sabemos ya distinguir lo real de lo irreal y no sólo eso.

Resulta que hace menos de un mes que han cambiado la constitución, nuestra constitución, la de los ciudadanos españoles, aquella que conseguimos durante la transición con sangre, sudor y lágrimas, ésa misma constitución la han cogido y la han cambiado sin más consulta que el pobre apoyo del voto de la mayoría del congreso, resumido en los votos de los partidos beneficiarios y reformadores. Acaban de violar nuestras propias libertades y nosotros nos hemos dejado violar.

Pero ahí ni acaba la cosa. Ahora resulta que en la comunidad de Madrid, su presidenta pretende hacer cambios drásticos en la educación y los ha hecho ya en la sanidad (recordemos que hace cosa de un año escaso privatizó la administración de los hospitales) resulta que, aparte de querer trastocar el ya de por si defectuoso sistema educativo quiere empeorarlo más y lo que va más allá, atentando contra nuestros derechos naturales (derecho a la educación, libertad de expresión, etc. Que no están recogidos únicamente en la constitución sino que además son derechos fundamentales del hombre) Y sin embargo nosotros a penas nos hemos movilizado y hemos armado ruido. Me pregunto, pues, ahora ¿dónde queda el sentido de ciudadano? ¿Si los ciudadanos se han convertido en ratones se puede hablar de soberanía nacional?¿se puede hablar de Estado de Derecho? Me pregunto también, si la economía ha suscitado todos los hechos narrados antes y el fin de recaudar dinero atento contra nuestras propias libertades… Me pregunto, os pregunto ¿hasta qué punto es ético volver al dinero un fin? Dado que ahora parece que conseguir liquidez, estabilidad y riqueza parece ser más importante que algunos de nuestros más básicos derechos hasta tal punto de con la torpe excusa de que la economía se recupere parece ser lícito pasarse por alto nuestra opinión como ciudadanos y nuestras libertades. ¿Hasta qué punto es necesario y moral convertir a un medio en un fin? Dejo la pregunta en el aire. Contéstenla ustedes.

No hay comentarios: